SOBRE EL GRUPO QUE HOY MANEJA
LA CUT.
A continuación, un
interesante artículo de Juan Pablo Cárdenas, premio nacional de periodismo,
quien fue director de la revista “Análisis”,
realizando, especialmente durante los años 80, una valiente defensa de los trabajadores.
Precisamente por eso, hoy
tiene cerradas las puertas de los grandes medios de comunicación (diarios y
TV),
que ya sabemos al servicio de
quiénes están.
Los problemas sólo se pueden
superar conociéndolos y enfrentándolos.
Frente a los vicios de
algunos, con mayor razón debemos potenciar nuestras propias capacidades, ganar
conciencia de nuestros derechos,
cuidando y participando de
nuestras organizaciones sindicales de base.
“El ocaso de la CUT”.
Por Juan Pablo
Cárdenas
(Premio
Nacional de Periodismo).
La corrupción de la política
tiene su correlato en la descomposición de nuestros referentes sindicales. La
misma forma en que se toman decisiones en los partidos y la falta de
representatividad de los mismos se reproduce en la Central Unitaria de
Trabajadores y otras mínimas expresiones de los trabajadores chilenos. Lo
primero que se debe consignar es que en más de dos décadas de post dictadura,
los índices de sindicalización en nuestro país apenas superan el 15 por ciento
de la masa laboral. Esto es, que de los 5 millones de trabajadores, menos de
800 mil pertenecen a alguna agrupación sindical. Al mismo tiempo que un
porcentaje ínfimo de sindicatos está afiliada a la CUT, entidad que ya no tiene
nada de unitaria, ni ejerce liderazgo importante según lo evidencian, incluso,
sus paupérrimas convocatorias para conmemorar el Primero de Mayo.
Si no fuera por la presencia en éstas de los estudiantes,
medioambientalistas y luchadores por los Derechos Humanos, lo cierto es que la
concurrencia laboral a las mismas resultaría aún más bochornosa, en medio de un
clima nacional marcado por las movilizaciones sociales, cada vez más masivas y
extendidas por todo nuestro territorio.
La CUT es una entidad que le ha resultado muy conveniente a los gobiernos
de la Concertación como, también, al actual. Para cada uno de los ministros de
Hacienda ha resultado cómodo tener interlocución con dirigentes completamente
ilegitimados dentro del mundo laboral y sin capacidad de ejercer presión real
para imponer las justas aspiraciones, derivadas de una estrategia política y
económica que fomenta el salario paupérrimo, el empleo precario y las
colusiones de la clase patronal.
La negociación anual respecto del salario mínimo se ha constituido en un
trámite cada vez más ignominioso para la dignidad de los trabajadores, quienes
en cada oportunidad deben comprobar la distancia existente entre el reajuste
que solicitan y el que resulta de la imposición de las autoridades, la decisión
de los partidos y los acuerdos parlamentarios.
En el país donde las diferencias salariales son las más pronunciadas del
mundo, nuestros representantes sindicales vienen perpetuándose en sus
directivas, como lo está la camarilla de dirigentes de la CUT y de otras
organizaciones, gracias al arreglo cupular y las cuotas de poder que les
asignan los comisarios políticos e infectan sus resoluciones y renuncios.
Personajes todos que, sin rubor alguno, administran la alcancía sindical
en viajes, suculentos almuerzos y viáticos, tanto que para nadie resulta ya un
misterio que los fondos que manejan son el resultado de asignaciones de los
gastos reservados del Ejecutivo, como de los sobornos empresariales abiertos o
disfrazados que premian su buena conducta y “espíritu patriótico” en consentir siempre
reajustes que consolidan el deterioro del poder adquisitivo de la mayoría de
los chilenos, especialmente de los más pobres. En esto es que tiene base,
seguramente, el reciente acuerdo de “cuello y corbata” entre la CUT y la
confederación patronal de la producción y del Comercio (CPC), en que unos y
otros han manifestado un conjunto de “voluntades comunes”.
Cuando se reconoce que el sindicalismo chileno vive en estado de crisis
es por la incapacidad demostrada por los dirigentes dignos y limpios para
imponerse a las maquinarias electorales de sus organizaciones, donde la
cupularidad y el autoritarismo es todavía más escandaloso que el que campea en
los propios partidos políticos.
Mientras que en los verdaderos regímenes democráticos, los procesos
eleccionarios de los sindicatos y otras instancias sociales es reglamentada por
ley y vigilada por las autoridades y la prensa, aquí éstos se suceden en el más
inaudito secretismo, cuanto que ya es tradicional que las pugnas se resuelvan
en la repartición de prebendas y la suscripción de compromisos que prometen
renovación y transparencia.
El país no sabe de sus registros y procedimientos electorales, salvo
cuando trascienden las prácticas del acarreo de votantes, la desaparición de
sufragios y el arreglo final mediante pactos celebrados entre cuatro paredes.
De esta forma es que la burocracia sindical de la CUT vuelve a urdir sus
comicios internos de agosto próximo, donde lo más seguro es que aquellos que
todavía creen posible corregir “desde dentro” a las instituciones descompuestas
vuelvan a sufrir una nueva y dramática decepción.
Después de tantos años en lo mismo, es preciso dejar morir a las
instituciones arcaicas y proponerse nuevos referentes y propósitos. Que
busquen, por cierto, una afiliación sindical masiva y un nuevo pacto laboral
destinado a consolidar movilización social, negociación colectiva, salarios
dignos, previsión segura, así como la recuperación para Chile de nuestros
recursos naturales y empresas productivas y estratégicas. Que ponga a los
trabajadores a la vanguardia de aquellas organizaciones sociales que le han
dicho BASTA al régimen político y
económico que nos rige, y suman esfuerzo por hermanar a Chile con aquellos
procesos destinados a recuperar soberanía nacional, impedir la concentración de
la riqueza e imponer equidad social.
Juan Pablo Cárdenas.
[www.radio.uchile.cl]
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